(...), no sé cómo encontrar la fórmula para no querer que esté cuando haga lo que sea que quiera hacer. No entiendo cuántos experimentos tengo que intentar hasta que pueda no ponerle una máscara con su cara a la que esté saliendo conmigo. Y no sé cómo dejar de estudiar escultura para así dejar de crear muñecos de su cuerpo todas las veces que encuentro una explicación nueva. Ya no quiero poner la silla vacía enfrente mío y hablarle a la nada para aliviar mi dolor imaginando que me escucha y que dialogamos.
Ya no quiero abrazarla, pero no puedo dejarla ir. En algún momento se me ocurrió la idea de que va a venir a buscarme el día después de que deje de esperarla, y entonces cada vez que dejo de pensar en ella determino que este es el momento que definitivamente la superé, y, por ende, el momento en el que me escribe.
Pienso que seré prisionero por siempre del fantasma tatuado, careta, de pelo perfecto y perfume l'Interdit que me persigue.
Entonces entiendo que es un pensamiento apocalíptico. Y que padezco de ansiedad.
Y recuerdo que todo va a pasar.
Algún día va a pasar.
Sin que vuelva.
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