Si tuviera los huevos de transcribir las historias que me invento y hacerme cargo de ellas estaría siendo, al menos, un poco reconocido. Porque, ¡hay que tener talento para crear tanto! El ciclo se genera a partir de una estupidez, un futuro hipotético e ínfimo, ingenioso como mi propia mentalidad, que me hace reír. Y me río imaginando que se ríe conmigo. Que reímos juntos como lo hemos hecho tanto, principal motivo de que esa relación sin futuro haya sido relación.
"Si compra, que compre algo más. Si se quiere probar, que compre. Si le gusta la marca, que se pruebe. Si solo viene a mirar, que le guste la marca. Pero que siempre se lleve algo más que lo que esperaba". Así fue con ella. Ella fue concebida en mi vida como un pique que valía la pena y no era completamente imbécil, entonces fuimos una relación. No estoy enojado con ella porque no haya sido más, ya fue más de lo que debería. Estuvo divertido. Extraño divertirme así.
Entonces cuando recuerdo las risas quiero recrearlas, no quiero reírme solo. La imagino, porque estoy aburrido y no pasa lo que quiero, escribiéndome este 31/10, el día que nos pusimos de novios pero 365 días antes. La imagino deseándome un feliz halloween, tapando con ese mensaje tan casual una montaña de subtexto, de historia, de vida, de palabras ahogadas. Porque, además, ella es de esas personas que podría desearte feliz halloween como en las películas de Disney, hasta incluso podría decirte "feliz 4 de julio". Y esa posibilidad le daría más subtexto, más ambigüedad, a un mensaje ya de por sí fantástico.
En ese hipotético futuro en el que me vuelve a hablar, le agradezco, le pongo su apodo repitiendo tres veces la última vocal para expresar alegría por su mensaje, y en un segundo envío le pregunto si quiere venir a jugar al dulce o truco a casa. Sin intermediaciones, sin cómo estás, sin protocolos: al hueso. Como lo fuimos.
Por eso fuimos.
Conjugación en pretérico perfecto, suceso perfectamente terminado, pero suceso en fin: ocurrió. Inconscientemente se entiende a ese "fuimos" con énfasis en lo que se acabó, mas lo emito distinto: si no hubiéramos ido al hueso no habría pasado nada. Elijo el haber sido antes que el podría. La elijo en mi vida en esta forma etérea de inspiración infructuosa, de ausencia y presencia, de recuerdo de Schrödinger, en esto que somos ahora.
Elijo imaginar que la hago reír con esa respuesta tan rápida y tan mía, tan de confianza, y que me dice que sí (también elijo en este escrito cambiar todas las evocaciones a ella a una tercera persona, porque ya no quiero hablarle si no me va a responder. Pero que conste: sigo, en algún momento de la transcripción, hablándole a ella). Y ubico a esa memoria que elegí, a esa memoria que nunca sucedió, en la punta de la caña de pescar que me até a la espalda apuntando hacia el frente. Mi zanahoria me llevará con vida y esperanza a ese 31/10 en el que no pasará absolutamente NADA. Y ese día me daré cuenta de que la sigo esperando, aunque mi habitualidad esté bien. Sigo esperando un gesto de ella. Me daré cuenta, como me estoy dando cuenta ahora.
Qué ridículo es este tipo de desamor.
Qué ridículo es este tipo.
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