Empujo desde abajo y la chapa está pesada. Pasaron ya 4 años desde que me encerré acá abajo, podrido del aire viciado que me contagia su angustia entremezclada con la luz del sol; cansado de ingerir sorgo para sobrevivir, extrañando cuando me preparaba nutridos platos de arroz. Cada piña, cada esfuerzo que mi brazo derecho hace para levantar la lámina de hierro me retrotrae a arrepentirme de estar acá, pero al mismo tiempo me recuerda cuánto anhelo hubo en ello. ¡Cuánto busqué por todos lados este sótano! En el rancho entraba viento, llovía por todos lados, y ya no tenía sentido halagar que sea mi propia construcción porque me resfriaba, me deprimía verme ahí, me enfermaba buscando la mísera subsistencia.
Me enferma la impaciencia, creo que hoy no voy a poder abrir. Es tan pesado todo que, si no fuese porque noto un mínimo movimiento y porque estoy re podrido de estar acá, me volvería a acobachar entre la alacena y la pared, como estoy haciendo desde hace 3 años. Pero extraño la luz del sol, extraño el aire, el campo, construirme cosas, guarecerme a mi mismo. Echo de menos a lo que brota de mí, a lo que valora mi forma de ser, a eso que es mucho más coherente que encerrarme a estar calentito y ver el tiempo pasar. Mi lugar es afuera.
Y qué dolor volver. Volver a pasar frío, a no tener nada, y encima a saber que una vez tuve un ranchito lindo y ahora seguramente esté destrozado, que ni de rancho sirva, pero que tendré que reconstruirlo porque ni en pedo me busco otro tronco, otras chapas, otras cuerdas, otro piso. La carga del afecto a ese espacio me empuja para allá, como empujo con mis bracitos la compuerta que, recién ahora, tiene fácil 20 kilos de polvo encima. Qué enfermante anhelar tanto llegar, querer estar ahí para celebrarlo cuando el premio, lo disfrutable, es haber podido abrir la puerta, despedirme del búnquer y partir.
Por hoy estoy. Ya entendí que hay mucho polvo arriba, que quiero realmente estar afuera, que lo mío no es la comodidad del cuarto, que extraño mi ranchito. Mañana me vas a encontrar acá, de nuevo: o haciendo fuerza, o queriendo sacarle de encima la mugre a la puerta.