martes, 25 de abril de 2023

Orgánico

             ¿Será por su encanto? ¿O porque todavía no me di cuenta de que no me gusta? ¿O es que me encanta y me da pánico pensar en el más allá, en el cómo? 


                No sé el motivo, pero no puedo imaginarla eróticamente. Sólo quiero abrazarla, toda la noche si es posible, y quiero tener su pelo debajo de mi nariz, escucharla respirar encima de mi pecho, y acariciarle la cabeza para que duerma en paz. Quiero abrazarla fuerte y cagar a piñas al que la quiera molestar.


                Todo mientras seguimos siendo amigos, todo mientras desconozco el sabor de su boca.


            Quizá si expreso mi atracción por otra enfrente de ella le llamo la atención y se la juega, quizá así origino un lance, o quizá mejor invento alguna excusa para verla de nuevo... Pero ya no tengo ganas, no quiero idear estrategias: la única forma de que salga algo bueno con ella (amistad u onda) es que lo que sea sea genuino, orgánico.



                Quiero dormir con vos de nuevo. Quiero enamorarme otra vez de vos, como cuando estabas acostada al lado mío, arreglando la cama, y yo estaba mirando el tornillo fijamente, entendiendo lo cerca que estaba el peligro de embobarme mirándote.


                Quiero abrazarte toda la noche. Es lo único que sé.

miércoles, 5 de abril de 2023

Santuario

             No puedo creer que nos hayamos separado. Es ver cada cosa y encontrar un pelo tuyo atado ahí, en el ojal de la camisa, en la suela del zapato, en el recuerdo en la Florida.



            No puedo creer que nos hayamos separado. A veces parece que sí, pero no es un avance sino una puesta en pausa. Sino no funciono. Se me vuelan todos los dientes del engranaje, y el mundo no le va a pagar el sueldo a alguien por quedarse acostado extrañándote. Así que me suspendo y hago la vista gorda ante todos los pelos tuyos que encuentro en las cosas, tanto en las reales como en las que veo.



            No puedo creer que nos hayamos separado. No puedo creer que el peluche esté acá, que Mapache me vea llorar todos los días, que puedo escuchar su vocecita preguntándome qué me pasa, y cuándo te va a ver de nuevo. Ahí está, inamovible, apoyado en la pared junto al retrato suyo que dibujé y te regalé, y que no entiendo por qué está acá. Pero ahí están, Mapache y su retrato. Los dos juntos son tu santuario, son un taser que me detiene en seco, y que cada vez que entro a la pieza me grita y me tengo que detener a rezarle, a llorarle, a decirle que te extraño.



            No puedo creer que nos hayamos separado. Por eso armé el santuario.

            Para creerlo.

Zanahoria

          Si tuviera los huevos de transcribir las historias que me invento y hacerme cargo de ellas estaría siendo, al menos, un poco recon...